Español: Una visión histórica de San Jacinto de Yaguachi

Del pechiche a la catedral, alrededor de un frondoso árbol de pechiche cada tarde se congregaban decenas de personas a orar, cada vez eran más; a lo lejos se divisaba el horizonte que confundía el verdor de la gran arboleda y su inmensa sabana, con el azul cielo del infinito, el paraje se cubría de un manto casi sagrado, la convicción eliminó los obstáculos de la distancia y motivó a la construcción de una pequeña ermita con sencillos reclinatorios construidos con las mejores maderas y el sacro sudor y esfuerzo de los nativos de la zona, quienes conocieron al viejo maderero español que encontró colgado de ese mismo pechiche un lienzo con la imagen del predicador dominico llamado San Jacinto, que fue llevado inmediatamente hasta la iglesia del pueblo más cercano que quedaba a unos kilómetros río arriba y que se llamaba San Antonio de Yaguachi; desde allí desapareció esta imagen varias veces, apareciendo colgado de la misma rama de ese hospitalario arbusto.

Muchas historias de milagros se fueron tejiendo en esta zona, generaciones fueron transmitiendo su convicción y devoción a su descendencia, hasta que el 25 de agosto de 1841, el entonces gobernador de la provincia del Guayas Señor Vicente Rocafuerte decide fundar el actual Yaguachi Nuevo, luego de que un gran incendio ocurrido el 9 de marzo de ese mismo año, devastara al Yaguachi nativo ubicado cerca al actual recinto Vuelta Larga, el éxodo comenzó, poco a poco fueron llegando y estableciéndose alrededor de la pequeña ermita en una área de terreno donada por la familia Alvarado, hubo muchos benefactores entre los que sobresalen la familia Garaycoa, quienes vivieron por muchos años donde actualmente queda la sede de Juventud Unida Yaguachense.

De esta familia surgen dos personajes importantes Mons. Francisco Xavier de Garaycoa (Ex párroco de Yaguachi 1802 -1817, Primer Obispo de Guayaquil 1838 -1851 y segundo Arzobispo de Quito 1851 – 1859) y el Coronel Lorenzo de Garaycoa (Militar, Prócer de la Independencia de Guayaquil) quien con sus propios recursos y esfuerzo y con la ayuda de los habitantes de este nuevo pueblo construyó la que sería la primera Iglesia de Yaguachi Nuevo la cual fue consagrada el 14 de junio de 1844, y que acogería a los devotos de San Jacinto durante 57 años. Este templo de oración fue construido con madera fina y estaba dotado de una torre con un reloj de una cara y vio la llegada del primer tren en 1874, cuyos pasajeros multiplicaron su devoción por el Santo del Lienzo.

Los cambios políticos realizados por el General Eloy Alfaro y la Revolución Liberal desde 1895, quitaron muchos privilegios a la Iglesia, pero la devoción por San Jacinto no se vio opacada, tanto así que en 1901 el sacerdote Nicanor Espinoza Mendieta hace construir un enorme templo de madera, con las dimensiones de la actual Basílica Catedral, que dio cobijo a miles de devotos durante 43 años.

El 3 de octubre de 1942 llega a Yaguachi el joven sacerdote de 27 años Manuel Paz Ruíz, quien con ilusiones y la energía que da los años mozos, decide construir un nuevo templo, cuyos trabajos empezaron en 1944 y con esfuerzos inconfesados terminaron en 1956 luego de 12 años de infatigable labor.

El 7 de agosto de 1977, el arzobispo de Guayaquil proclama el Decreto, mediante el cual se declara a la Iglesia Parroquial de Yaguachi SANTUARIO ARQUIDIOCESANO, aduciendo que la imagen de San Jacinto en ella venerada, cumplía con los requisitos canónicos de antigua, milagrosa y popular. El 18 de junio de 1980 el Papa Juan Pablo II, otorga a este santuario, el título de BASÍLICA MENOR DE SAN JACINTO DE YAGUACHI y después de 29 años de este gran reconocimiento el Papa Benedicto XVI motivado por lo que este templo representa en la difusión de las enseñanzas cristianas y la actividad religiosa lo asciende a la categoría de CATEDRAL ARQUIDIOCESANA el 4 de noviembre del 2009, sin perder el título de Basílica, nombrando como PRIMER OBISPO a Mons. Aníbal Nieto, quien asume estas funciones el 27 de febrero del 2010.

Son tantos los años que separan el comienzo de la devoción de San Jacinto en este lugar, que se pierden tras las cortinas del tiempo; lo que se hace incomprensible y misterioso es el hecho de que San Jacinto desarrolló su vida en una lejana época en que ni siquiera nuestro continente había sido descubierto y hoy su fama trasciende y su popularidad se hace cada vez más innegable.